La Pascua es el corazón de nuestra fe, el momento en que celebramos la resurrección de Jesús y su victoria sobre la muerte. Es el triunfo de la luz sobre la oscuridad, de la esperanza sobre el desánimo. La piedra del sepulcro ha sido retirada, y Cristo vivo nos invita a levantarnos con Él, a vivir plenamente, con el corazón lleno de alegría y renovación.
Celebrar la Pascua es celebrar la vida, porque Jesús ha resucitado y con Él también nosotros somos llamados a renacer. No es solo un recuerdo de un hecho pasado, sino una realidad que se hace presente en cada uno de nosotros. Resucitamos cuando amamos con generosidad, cuando perdonamos con sinceridad, cuando acogemos con ternura. Cada gesto de amor y cada acto de fe son una señal de que la vida nueva de Pascua late en nosotros.
La Pascua nos impulsa a ser testigos vivos de esta vida renovada. Nos invita a dejar atrás el miedo, la desesperanza y todo aquello que nos ata a la tristeza. Jesús resucitado nos muestra que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, sino que el amor y la misericordia de Dios siempre triunfan. Esta es la gran noticia que nos llena de esperanza y nos da fuerzas para continuar el camino.
¡Celebremos la Pascua, celebremos la vida! Seamos luz para los demás, alegría para quienes nos rodean y esperanza para quienes más lo necesitan. Que nuestra vida sea testimonio de esta resurrección que transforma y renueva. ¡Aleluya!
Os compartimos las palabras de la superiora general de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia, Alicia García.
Madrid, 14 de abril de 2025
Que la Paz y Bien que nos regala el Resucitado nos inunden.
La Pascua, que un nuevo año inauguramos, apunta a una plenitud de vida y de gracia que desborda y se difunde interminablemente. La Pascua nos ilumina y nos orienta hacia una mejor visión de nuestra realidad; una realidad que permanece salpicada de oscuridades que reclaman dosis de esperanza e implicación compasiva…, de ahí que celebrar la Pascua puede convertirse en fiesta interna, en algarabía en el interior de nuestros corazones, si somos capaces de sentir que, en la cruz, Jesús nos ha abrazado y sostenido, y así nuestra vida adquiere sentido y dirección.
Que el mensaje de vida proclamado por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro mueva nuestros corazones y promueva intercambios fecundos, que nos conduzcan a la experiencia de una fraternidad serena. Que Jesús Resucitado, ilumine nuestras vidas y las bendiga. Que la alegría de la Pascua nos colme de agradecimiento para vivirlo todo con hondura y profundidad.
Apoyándonos en Jesús, resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la humanidad y en la creación entera. Desde este anhelo, las hermanas del Gobierno General te deseamos una FELIZ PASCUA.
Alicia García Lázaro
Superiora General