«Sant Jordi»: una puerta a la lectura

¿Quién no asocia la fiesta de «Sant Jordi» con paradas de libros y rosas? Este día tan especial llena nuestras calles de cultura, tradición y emoción, pero, más allá del simbolismo, «Sant Jordi» nos recuerda la importancia de la lectura en un mundo cada vez más abducido por las pantallas.

Leer no solo nos enriquece culturalmente, también nos ayuda a desarrollar habilidades fundamentales: mejora la comprensión y la expresión escrita, amplía el vocabulario, favorece la concentración y nos invita a sumergirnos en historias fascinantes que despiertan la imaginación y creatividad.

En un tiempo en el que la inmediatez y la digitalización a menudo nos alejan de la lectura pausada y reflexiva, es fundamental inculcar a los niños y jóvenes el hábito de leer. Un buen libro nos abre puertas a nuevos mundos, nos hace vivir aventuras únicas y nos permite entender mejor la realidad que nos rodea. Además, leer ayuda, a personas mayores y pequeñas, a desarrollar el pensamiento crítico y a conectar con las emociones propias y ajenas.

Los libros nos transportan a lugares inimaginables, nos permiten vivir vidas que nunca podríamos experimentar y nos dan herramientas para comprender el mundo con profundidad. Cada historia es una oportunidad para aprender y para crecer, tanto a nivel personal como académico. Por eso, es fundamental que, desde pequeños, nos rodeemos de libros y descubramos en ellos una fuente inagotable de sabiduría y entretenimiento.

Además, la lectura es una actividad que fomenta la paciencia y la capacidad de concentración, virtudes esenciales en una sociedad cada vez más dominada por la velocidad y la inmediatez. Cuando leemos, aprendemos a pararnos, a escuchar y a reflexionar. Esta capacidad de desconexión digital para sumergirse en un libro es una habilidad valiosa que nos ayuda a equilibrar nuestra relación con la tecnología.

Que este «Sant Jordi» sea una oportunidad para redescubrir el placer de leer y para recordarnos que, en cada página de un libro, hay una puerta abierta al conocimiento, a la imaginación y al infinito mundo de las palabras. Cómo dijo Jorge Luís Borges: «Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca».

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