Si nos paramos por unos momentos, podemos darnos cuenta de nuestras diferencias. Para empezar, todos/as y cada uno/a de nosotros/as tenemos un nombre que nos define; algunos nombres seguramente coincidirán, pero otros serán muy diferentes. También nuestros rostros y caras son diversos, como lo es nuestra altura y nuestras aficiones. Tenemos que tener presente que no todos/as pensamos igual y que, probablemente, nuestras preferencias y gustos tampoco coinciden. Algunos/as de nuestros/as compañeros/as seguramente no han nacido aquí o son de otra cultura e, incluso, podemos decir que cada cual de nosotros/as ha vivido una historia muy diferente.
Hasta aquí nos habremos dado cuenta que, ciertamente, hay muchas diferencias entre nosotros/as y, a pesar de todo, ¿qué es lo que realmente hace que podamos compartir juntos/as esta aventura de ir a la escuela?
Pues que a pesar de nuestras diferencias, todos/as somos iguales, todos/as merecemos ser respetados/as, poder acceder al aprendizaje, ser valorados/as, tener amigos/as y, por supuesto, sentir que formamos parte de un grupo: a medida que nos vamos conociendo, las diferencias se convierten en fuente de estima, tolerancia y aceptación.
Cuando ponemos conciencia en nuestro interior, nos damos cuenta que todos/as tenemos cosas buenas que podemos compartir. Y dar estas cosas tan importantes hace que seamos iguales.
Os animamos a disfrutar de este nuevo curso escolar poniendo atención y queriendo nuestras diferencias y, por encima de todo, darnos cuenta que todos/as somos iguales, cosa que implica que tenemos que romper las barreras de «yo soy más bueno que tú» o «yo soy más grande que tú». Estas barreras nos impiden poder ver al otro tal como es. Debemos de aprender a poner la mirada, a conocer y valorar las personas por quienes son, con sus fortalezas y debilidades, y no por cómo son en apariencia y aspecto.
Las diferencias nos complementan. Es así como nos hacen sumar en amigos/as y en experiencias.