La Misericordia, que cada año celebramos en Mater,
nos recuerda y reafirma en nuestra identidad,
con los orígenes de la Casa,
aquel acto de amor que ayuda a satisfacer necesidades de otras personas,
es la oportunidad de dar testigo de Jesús,
él nos quiere encomendar la responsabilidad de querernos los unos a los otros y de cuidarnos.
La clave, para mí,
está en dejar que nuestro corazón salga hacia el otro,
sin juzgar,
y dejar que nuestra esencia ayude,
acompañe a los otros.
A veces es escuchar, es compartir,
es perdonar, es pedir, es, en definitiva, querer.
Estos días el Papa Francisco hablando de la Misericordia
hace un relato que me parece un buen ejemplo, dice:
«En la vida avanzamos a oscuras, como un niño que empieza a andar y cae, y cae, y vuelve a caer, pero siempre hay una mano que lo levanta de nuevo, esta mano simbólica que siempre nos levanta es la Misericordia. Jesús sabe que sin Misericordia nos podemos quedar "tirados" en la acera de la vida, que para hacer camino juntos necesitamos la mano que apoya, la que no hace juicios, la que crea puentes y no divide».
Mater es el resultado de las Hermanas
y de todos los profesionales que dais la mano.
Felicidades.